"EL VIAJERO QUE REGRESA NUNCA ES LA MISMA PERSONA QUE ERA ANTES DE IRSE"

20 de mayo de 2019

Pasarelas de Montfalcó, ¡¡dejad el vértigo abajo!!

Pues sí, mejor dejar el vértigo abajo porque si no la subida por este conocido farallón de roca será un suplicio. Y la bajada, más. Pero no adelantemos acontecimientos.
Para empezar centrémonos donde nos encontramos y qué rutas tenemos por la zona. Hay para aburrir, vaya por delante, pero nos centraremos en la que consideramos la principal de ellas y podríamos decir una continuidad de la otra: las pasarelas de Montfalcó, ésta que nos ocupa hoy y el posterior (o anterior, según donde se inicie el recorrido) Congost de Montrebei.


Para no liaros, si sólo queréis hacer las pasarelas, lo cual ya es una buena excursión, nos tenemos que dirigir al lado aragonés de toda esa zona, concretamente a la población de Viacamp y casi a pie de carretera encontramos la Oficina de Turismo, un restaurante y una gran casa. Bordearemos ésta y sólo tendremos que seguir los indicadores hasta que iniciamos la pista forestal a nuestra izquierda, de unos 15 kms.que nos llevará hasta el Albergue de Montfalcó.
¡Que nadie os engañe! Cierto que es un camino accesible, cierto que pueden pasar los turismos, cierto que...bla bla bla. Especialmente el tercio final, después de pasar el, supusimos deshabitado, pueblo de L'Estall, es una auténtica tortura para coches y ocupantes, donde el polvo es el menor de los problemas y unos buenos socavones en el piso, el mayor de ellos. Al menos, eso sí, la mayoría del camino es bastante ancho para lo que se podía esperar.



Una vez llegados a la zona de párking del albergue donde podemos dejar el coche sin problema, tomamos la ruta que está indicada perfectamente. Por la parte trasera del edificio tenéis otras rutas para recorrer y desde su lateral podemos subir hasta el mirador. Una muy cercana, unos 300 metros de sendero aprox.nos llevará a la restaurada ermita de San Bonifacio y Santa Quiteria. Aunque sólo sea por las vistas vale la pena.


Tenemos por delante una hora de camino a través del sendero que se adentra en un bosque realmente frondoso de pinos y encinas, camino el cual presenta unos paneles explicativos de la flora y fauna de la zona. La mayor parte se hace en bajada lo cual, a la vuelta, ya sabemos lo que ello significa ¿verdad? No es un recorrido complicado pero encontramos mucha piedra suelta lo que dificulta el apoyo correcto del pie y es fácil que se produzca algún resbalón.


Hacia la mitad del recorrido encontramos a nuestro paso, situadas en un recodo, un par de mesas y bancos de madera al lado de una fuente, para descansar o comer si se quiere. No lo recomendamos ya que sólo conseguiremos enfriar nuestros músculos y al seguir será peor. Un poco de agua o bebidas isotónicas, alguna barrita energética y a seguir en pocos minutos.
En nada pasaremos por delante del Corral de la Viña, una antigua construcción de piedra completamente derruida en su parte interior y sin más interés.


Y no muchos minutos después llegamos al final del sendero y ante nosotros aparecen cuatro tablones que nos esforzamos en suponer que son el inicio de las famosas pasarelas. De madera, estrechos y tan poco profundos que sólo dejan apoyar la parte delantera del pie, tres cables de acero a cada lado para sujetarse medianamente bien..... Todo muy prometedor, pero no hemos llegado hasta aquí para quedarnos abajo, eso está clarísimo, así que concentración y sin ninguna prisa empezamos el ascenso de este primer tramo hasta un pequeño claro donde se abre ante nosotros una panorámica increíble del embalse de Canelles.



Algo que os recomendamos en la medida de lo posible: deteneros tantas veces como os sea posible y el vértigo os permita, aunque no es fácil. En caso contrario, subiréis tan centrados en no tropezar o algo así que cuando os deis cuenta ya estaréis en la cima y habréis recorrido los seis tramos en zigzag que conforman el segundo tramo de pasarelas. Si antes de iniciarlo echamos la vista hacia arriba veremos algo como ésto. Sin palabras.


Una vez en la cima y si echamos la vista atrás, veremos por donde hemos subido. Si abajo ya nos pareció un pelín de locura, después del ascenso aun nos lo parece más. Pero ya está hecho y ahora toca disfrutar del momento y las privilegiadas vistas que tenemos.





Os decíamos al principio que una ruta sigue a la otra y nos explicamos: si siguiéramos caminando un rato más llegaríamos a un puente tibetano que cruza el embalse y nos deja en el lado catalán empalmando con el GR-1 que nos lleva por el también super-conocido Congost de Montrebei.
Como quiera que esta vez ya habíamos cubierto el cupo de adrenalina, dejaremos esa segunda parte para otra escapada pero empezándola desde Catalunya, es decir justo en sentido inverso.

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