"EL VIAJERO QUE REGRESA NUNCA ES LA MISMA PERSONA QUE ERA ANTES DE IRSE"

2 de septiembre de 2012

Madrid emblemático

Nuestro último viaje a Madrid lo dedicamos en esta ocasión a visitar los lugares más conocidos de la capital de España. Siendo yo catalán, uno piensa "ay ay ay, ¿donde me meto?" pero como tengo la suerte que mi espléndida pareja es madrileña, pues gracias a ella todo fue más simple, en especial los desplazamientos con los trenes de Cercanías y el metro.

Y en metro justamente llegamos hasta aquí, la por todos conocida y anualmente agasajada Puerta del Sol y su famoso reloj, el que da paso con sus campanadas al Año Nuevo.


Prácticamente sin movernos de la misma plaza, hacia uno de sus lados, podemos encontrar otro de los símbolos de Madrid, en este caso una representación del oso y el madroño. Esta estatua está realizada en piedra y bronce, reposando sobre un pedestal cúbico de granito. La altura total debe rondar los 4 metros.


Callejeando un poco por la zona, llegamos donde realmente nos compensaba pasar un buen rato contemplativo. Ello no es nada más ni nada menos que la archiconocida Plaza Mayor, con sus tiendas de souvenirs y terrazas en los porches inferiores y viviendas en la parte superior.
No podemos ni imaginar lo que debe ser vivir en un lugar así, de acción continuada, siempre a rebosar de turistas o celebrando algún mercadillo, como era el caso de ese domingo por la mañana en que fuimos nosotros.


Queremos suponer que todos estos balcones están equipados con cristales de cámara porque si no, el trajín y el bullicio que la plaza puede trasladar al interior de las casas tiene que ser algo casi insoportable.


Después del aperitivo de rigor en una de las terrazas, emprendimos la marcha de nuevo calle arriba. Había que abrir el apetito para la comida y así lo hicimos mientras buscábamos un lugar para comer. Y no encontramos nada más original que El Museo del Jamón. Decidimos comer allí convencidos que, con un nombre tan rimbombante y los lemas que rezaban en su fachada, no nos podía decepcionar de ninguna de las maneras. Craso error; yo fui a tiro seguro y pedí un bocadillo de jamón ibérico. Pues bien, el pan era pan pero... una, sí, una (1) loncha de jamón que lo acompañaba tenía de ibérico lo que yo de extremeño: nada. Menos mal que mi chica tuvo la genial idea de pedirse una tabla de quesos y ahí al menos había cantidad y una relativa variedad. Donde haya una mujer...

Luego nos enteramos que hay otro "Museo del Jamón", que es el realmente famoso por sus comidas. En fin, la próxima vez será.


Escarmentados por la comida, salimos por piernas hasta que llegamos al remodelado Mercado de San Miguel, en la plaza del mismo nombre. Acostumbrados a mercados como tales, con sus paradas, sus ofertas a voz en grito, etc... éste nos sorprendió sobremanera. Es más una sucesión de chiringuitos donde picar y tapear de todo lo que a uno le apetezca, que no pescaderías, fruterías, etc... Realmente curioso de visitar y sobre todo, disfrutar en su interior de unas buenas tapitas.


Finalizada la visita por esa zona, tocaba adentrarnos en las profundidades, osease coger el metro, para desplazarnos hasta otra zona de Madrid, ya que habíamos quedado con unos amigos después de mucho tiempo.
Una vez allí...¡míralaaa, míralaaa!...¿os suena? Exactamente, la Puerta de Alcalá.


Mucha turista por la zona, así rollo pibón rubio. Uy no, si es mi chica! Perdón...


Y justo en la enorme plaza donde se sitúa el citado monumento, encontramos una de las múltiples entradas al archiconocido Parque del Retiro.
Como íbamos con un poco de prisa y al haber quedado, no pudimos disfrutar de éste, de sus jardines o de su estanque pero al menos os dejamos estas fotos para que os hagáis una idea de la belleza del enclave.


Y aquí terminamos este breve recorrido por algunos de los lugares más conocidos y representativos de Madrid, dejándonos en el tintero muchos otros a sabiendas de que, en próximas visitas os podremos dar fe de ellos. ¡Hasta la próxima escapada!

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