"EL VIAJERO QUE REGRESA NUNCA ES LA MISMA PERSONA QUE ERA ANTES DE IRSE"

20 de noviembre de 2017

Parc Samà, jardines con memoria


Cuando ya nos parece casi imposible descubrir algún nuevo rincón al que escaparnos, nos sorprendemos a nosotros mismos.....et voilà!! Un jardín botánico a rebosar de plantas y árboles que cualquiera lo ubicaría en plena montaña y resulta estar a 15 minutos de Cambrils, en la Costa Daurada. Estamos hablando del Parc Samà.


Todo el complejo, incluida la mansión principal que lo preside, fue ordenado construir por Salvador Samà, Marqués de Marianao, un indiano millonario, allá por 1881 como residencia de descanso.
Es absolutamente un fiel reflejo de la personalidad del marqués: persona de gran ingenio y con gran sensibilidad por el arte y sobre todo por la naturaleza.


Samà era un visionario, un auténtico cosmopolita, obsesionado por la belleza y la estética, lo que le llevó a apostar por el movimiento que destacaba por aquel entonces: el modernismo.
A pesar de tan fuerte influencia podemos disfrutar en el parque de objetos llegados desde puntos del planeta tan diversos como Francia, China o Cuba.


Pero como parque o jardín que es, lo que más destaca es su infinita vegetación. Incontables palmeras, plataneros y eucaliptos a merced de variados tipos de hiedra trepando por sus inabastables troncos es lo que encontramos por doquier así como robles, cedros y cipreses rodeando el lago central que desemboca en una cascada.


El trabajo realizado en la roca a modo de pequeñas grutas en su interior o escaleras talladas para acceder a miradores en su parte superior es especialmente llamativo y nos recuerda enormemente a una escapada reciente, en concreto a los Jardines Artigas, cosa la cual no es de extrañar ya que tanto en ellos como en éstos se disfrutó de la intervención del gran genio Antoni Gaudí.


En otra zona del inmenso recinto encontramos un vallado donde correteaban en total libertad una manada de cervatillos y más adelante, sueltos por los jardines, varios pavos reales. En la actualidad éstos son solo la punta del iceberg ya que años atrás, de ahí el sobrenombre de parque, el marqués coleccionaba todo tipo de animales en los diferentes pabellones existentes, desde lobos hasta incluso un oso pasando por llamas o avestruces.


Buena muestra de ello es lo que nos encontramos un poco más adelante, el llamado Aviario Marianao donde aun pudimos observar algunos loros, guacamayos y alguna otra especie que desde la distancia no pudimos distinguir.


Casi en un extremo del parque encontramos el llamado Pabellón de los Loros, lo cual, visto de frente parece un absurdo ya que la construcción no guarda ninguna relación aparente con su nombre. La misma roca trabajada que habíamos visto en la cueva de la cascada, una terraza-mirador en su parte superior, incluso una estatua de Heracles encima de un pedestal recubierto con conchas. ¿Pero loros?
Pues sí, loros. La parte trasera del templete alberga un gran espacio cerrado en el que aun viven dos loros, dedicados a sus quehaceres diarios de pelar troncos de árbol.


Ya en una de las esquinas más alejadas del parque encontramos la Torre Mirador, de unos 24 metros de altura, la cual presenta en su parte inferior una gruta con la piedra del techo trabajada como en las del resto del parque, muy del estilo de Gaudí, y justo encima de ella se levanta la torre propiamente dicha, de planta circular y a la que se puede acceder por una estrecha escalerilla pero solo hasta su base desde donde tenemos una buena panorámica del terreno colindante.


Enfilando ya el camino de vuelta hacia la salida nos detenemos en la mansión principal del Parc Samà, donde veraneaban los Marqueses de Marianao. Un edificio realmente espectacular el cual vemos primero desde su fachada trasera, rodeado de bellas fuentes realizadas con conchas o flanqueado por un inmenso jarrón de profusa decoración.


Siguiendo el muro lateral llegamos a la fachada principal, de serena magnificencia. Imaginamos esa escalinata flanqueada por dos grandes estatuas de perros sin la maleza que la cubre actualmente y a los amigos de los marqueses llegando en sus vehículos a alguna de las fiestas que se organizaban sin duda en la mansión con todo el lujo de la época. Un enclave espléndido para tal fin y para recrear nuestra imaginación hoy día.

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