"EL VIAJERO QUE REGRESA NUNCA ES LA MISMA PERSONA QUE ERA ANTES DE IRSE"

3 de octubre de 2017

Segovia, tan pequeña, tan grande (2ª parte)

Aquí estamos de nuevo para contaros la segunda parte de nuestro viaje a la bonita Segovia.
Los últimos días los dedicamos en exclusiva a visitar el Alcázar y algún otro punto de interés que teníamos marcado en nuestra agenda.
Cuando te acercas al Alcázar por la plaza que está situada justo delante del monumento uno no es consciente realmente que está a punto de entrar, además de en un pedazo de nuestra historia, en uno de los castillos más especiales de Europa debido a la forma de barco que tiene, de proa más concretamente. Si tuviéramos una visión más lejana podríamos apreciarlo mucho mejor.


Destinado desde su construcción en el S.XII como fortaleza, ha tenido diversidad de usos: palacio, prisión e incluso academia militar hasta llegar a la actualidad, que además de emblemático monumento, es también museo.
Siempre fue una de las residencias predilectas por los Reyes de Castilla por su proximidad a zonas de caza y cobrando especial relieve al ser testigo directo de la proclamación como reina de Isabel la Católica el 13 de Diciembre de 1474.


Ha sufrido grandes vicisitudes a lo largo de su historia, desde derrumbarse parcialmente en 1258, con el rey Alfonso X en su interior hasta un incendio en 1862 que destruyó los techos de algunas de sus salas, aunque pudieron ser reconstruidas casi como el original.
En 1931 fue declarado Patrimonio histórico-artístico y en 1953 se creó el Patronato que aun hoy lo gestiona (WEB).


Una vez en su interior deambulamos por mil y un salones y habitaciones de los cuales, por motivos obvios, solo destacaremos unos pocos ya que todos sería imposible.
Uno de los más importantes es la Sala del Trono, donde los Reyes Católicos recibían a los nobles y otros reyes. Las dos sillas están situadas en el trono, amparadas por el blasón de la Corona y todo ello bajo un dosel con la famosa inscripción "Tanto monta".


Por todo el Alcázar encontraremos gran cantidad de vidrieras decoradas, la mayor parte de las cuales son obra del artesano segoviano Muñoz de Pablos. Todas son de una increible perfección si no olvidamos la época en que se realizaron y que se trata de vidrio.


Otra sala importante son las estancias privadas de los reyes o Cámara Regia. En ella podemos contemplar la cama donde reposaban sus majestades, la cubierta de la cual está tejida con hilo de oro.
En sus paredes aun se conservan pinturas que reproducían su vida familiar.


Siguiendo nuestra visita llegamos a la Capilla, situada justo en la Sala del Cordón, capilla desde la cual Isabel o Fernando seguían el oficio religioso. A la sala mayor se le daba ese nombre porque a lo largo de todo su perímetro está rodeada por un cordón dorado.


Nos detenemos en la Sala de Armas, antigua armería de la Casa de Trastámara y precursora de una espléndida colección de armas que se reunió finalmente en la Real Armería de Madrid.
Aquí podemos encontrar desde cañones hasta armaduras pasando por escudos y estandartes de los ejércitos de la época. Imaginarse una batalla cuerpo a cuerpo enfundados en esas pesadas vestimentas se nos presenta harto difícil hoy en día.


Cuando accedemos de nuevo al exterior y rodeamos el Alcázar por el camino de ronda podemos ver que realmente estamos en un "castillo"; o si no, ¿a quien no le recuerdan estas cubiertas de las torres de defensa a las del tan jugado Exin Castillos?


Precisamente desde una de ellas podemos contemplar desde lo alto un espectacular y curioso jardín a modo de laberinto. Después de distraernos un rato a ver quien conseguía llegar primero al centro de éste nos dimos cuenta que es imposible; está cerrado y envuelto por setos.


Allí terminamos nuestra visita a tan emblemático monumento pero no a Segovia ya que aun teníamos en nuestra agenda una curiosa casa, en la actualidad escuela de arte, situada concretamente en el nº33 de la calle Juan Bravo: la Casa de los Picos.
En el S.XV la casa era propiedad de Pedro López de Ayala y su mujer, para heredarla después su hijo, el cual la vendió sobre el año 1500 a Juan de la Hoz, que fue quien cubrió toda la fachada de piedra tallada en forma de punta de diamante. De ahí su popular nombre de Casa de los Picos.

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