La primera escapada del año hay que reconocer que, cuanto menos, ha sido curiosa y distinta al resto. Desafiando un frío glacial nos acercamos a visitar un.....cementerio. Sí sí, lo habéis leído bien.
El cementerio de La Cartuja, situado en un lateral de la N.232, fue el primero que se construyó en Zaragoza capital, aunque su uso exclusivo se redujo a menos de cincuenta años. De ahí su recogido tamaño y su poco eco incluso entre los habitantes de la capital maña.
Fue construido en sus inicios allá por 1791 para albergar los fallecidos del Hospital de Ntra.Sra.de Gracia, bajo la dirección del Marqués de Ayerbe.
El cementerio de La Cartuja, situado en un lateral de la N.232, fue el primero que se construyó en Zaragoza capital, aunque su uso exclusivo se redujo a menos de cincuenta años. De ahí su recogido tamaño y su poco eco incluso entre los habitantes de la capital maña.
Fue construido en sus inicios allá por 1791 para albergar los fallecidos del Hospital de Ntra.Sra.de Gracia, bajo la dirección del Marqués de Ayerbe.
Precisamente por ser el primer camposanto se encuentran enterrados aun en él grandes nombres de la antigua sociedad civil y política de la ciudad. Se cuenta que desde marqueses hasta familias de toreros pasando por otros personajes ilustres.
Un ejemplo de ello lo tenemos en el panteón de la Beneficencia, donde encontramos nombres tan destacados para Zaragoza como Lasala, Blesa o el Dr.Blesa, sin olvidar la más opulenta, perteneciente a los Marqueses de Ballestar.
Nos permitiréis que, tratándose de un lugar como el que nos ocupa, no publiquemos excesivas fotos de éste para así guardar el debido respeto que se merece.
A pesar de ello, hay varios espacios y tumbas en el cementerio que no podemos dejar de destacar como el nicho 416, el cual solo presenta grabado en la piedra el contundente mensaje "Madre, descansa en paz".
Una desgarradora historia se desprende también de una de las tumbas situadas en el suelo, que corresponde a la niña austríaca Edith E.F.Haas, fallecida en 1921 con solo 13 años después de conseguir huir de los horrores de la I Guerra Mundial.
En un lateral del recinto encontramos un vallado con nichos destinados exclusivamente a las religiosas de Santa Ana. En sus lápidas, todas iguales, figuran sus fechas de vida real y la religiosa.
El cementerio tiene acceso con párking por su parte trasera, mucho más sencillo que intentar acceder por la fachada, que da directamente a la autovía. Entrando por detrás veremos de frente el panteón de la Beneficencia y si lo rodeamos, encontramos la puerta de acceso a la capilla bajo unos arcos, con una lápida en su entrada que reza que ésta fue financiada por Jacinta Torres.
Una salida totalmente distinta a lo que estamos acostumbrados pero no por ello menos digna de ser tenida en cuenta. Vale la pena ir sin prisas y dejarse llevar por los recuerdos que en ese lugar se guardan a perpetuidad.
Y no podíamos dejar otra pieza musical que el precioso Cant dels Ocells (Canto de los Pájaros) del genial compositor Pau Casals.
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