"EL VIAJERO QUE REGRESA NUNCA ES LA MISMA PERSONA QUE ERA ANTES DE IRSE"

8 de noviembre de 2016

El Dalí más personal (2ª parte)


Pensar que un personaje como Dalí trasladaría el surrealismo en el que vivía inmerso a su día a día es tan de perogrullo como decir que necesitaba aire para respirar. Su casa de Portlligat, reconvertida en museo, es fiel reflejo de la desbordante capacidad creativa del genio catalán. Aunque en verdad deberíamos hablar de casas, ya que el artista fue adquiriendo varias a los pescadores de la zona entre 1930 y 1972, conectándolas entre ellas y conformando un auténtico laberinto.
Al morir Gala en 1982, Dalí abandonó su casa y se trasladó al Castillo de Púbol, no regresando nunca más al lugar.
Recomendamos de nuevo comprar las entradas en la misma web que el Museo de Figueres ya que se adjudican por horas y en grupos reducidos. Cuando nosotros entramos no éramos más de ocho personas, cosa la cual se agradece.
Y precisamente en la entrada nos encontramos la primera de incontables sorpresas: un oso polar disecado obsequio de Edward James que hace las veces de portalámparas, paragüero, etc...


¿Para qué poner las sillas en el suelo si las podemos poner encima de una repisa? Muy probablemente tallada en la propia roca y encalada después.


Imaginar que en esta sala de estar que hacía las veces de biblioteca se sentaron a departir con Dalí personajes de la talla de Gª Lorca o Luís Buñuel le pone a uno la piel de gallina.


No descubrimos nada si decimos que quizás la habitación más importante de la casa por lo que representa, sea el taller de Dalí, ya que de allí salió gran parte de su obra. Aun hoy podemos contemplar un par de cuadros inacabados y justo al lado, un pequeño almacén donde se guardaban todas las pinturas, disolventes, etc...


Solo unas pocas escaleras por encima de las mencionadas habitaciones, encontramos la Sala de las Modelos. Imaginamos que en ella se debían vestir y desvestir algunas de las musas que usara Dalí para sus obras las pocas veces que no era Gala la elegida.
Como detalle gaudiniano, nos sorprende, colocada en el techo, una enorme sombrilla.


Siguiendo el laberíntico recorrido, llegamos a las estancias más privadas de la casa, como son la habitación del matrimonio, con una sala de estar adosada, más un cuarto de baño.
Si algo tenía Dalí era genio y figura y como desde su cama resulta que no podía ver la salida del sol, decidió colocar en la pared de enfrente un espejo en ángulo con la encaración exacta para disfrutar de los primeros rayos del día.


Gala también tenía habitaciones casi en exclusiva para su uso particular, como era una adaptada totalmente a modo de vestidor y en la que la pareja aprovechaba para guardar fotos de su ajetreada e intensa vida social.


Esa misma habitación servía de paso desde una de sus esquinas a quizás la estancia más curiosa de toda la casa. Una sala completamente circular, con sofás dispuestos a lado y lado y una chimenea en un lateral. Allí, especialmente Gala, recibía a sus visitantes más distinguidos.
Pero lo más destacable es el efecto sonoro que se produce: si nos colocamos en el centro, el eco resultante era poco menos que insoportable. Es como si te escucharas hablar a ti mismo.....dentro de ti. Difícil de explicar.


Poco después salimos de nuevo al exterior y accedemos al inmenso olivar que rodea la casa, con magníficas vistas tanto hacia el interior como hacia el mar.


Que hayamos dejado atrás la casa del genio no significa en absoluto que se haya terminado la genialidad. Por el contrario, Dalí la desparramó por todos los rincones de la finca, con pequeñas y curiosas construcciones entre los olivos


algunas de las cuales no podían escaparse de uno de los rasgos de diseño más destacables del indomable pintor catalán: sus "huevos".


Aunque a falta de huevos, buenas eran cabezas de maniquíes.


Bajamos de nuevo hacia la casa pero sin entrar en ella nos dirigimos a la última zona que nos queda por visitar: la piscina.


No tengáis ninguna duda que nunca habréis visto una decoración tan sumamente kitsch para una piscina ya que nos vamos a encontrar de nuevo con el famoso sofá-boca en un intenso color rosa a nuestra derecha hasta una serpiente de coral que recorre toda la pared de la izquierda, que desde la distancia parecía hecha de tela. Todo ello con algo tan "típico" como........publicidad de neumáticos.


En la parte final se instaló una gran pérgola, con pufs para reposar después del baño.


Unos metros más allá ya encontramos la salida y toca abandonar este santuario al surrealismo, totalmente recomendable para todos los públicos.

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