Como hacemos varias veces durante el año, nos cogimos un par de días libres que, junto al fin de semana, nos dieron para escaparnos esta vez a la capital del Turia, una ciudad de la que no esperábamos demasiado, la verdad sea dicha, y que al final nos dejó un muy buen sabor de boca.
Hay que reconocer que la idea principal del viaje era la parte más moderna, con el Oceanografic y la Ciudad de las Artes y las Ciencias como objetivo, de los que hablaremos en nuestra próxima entrada, pero eso era un día completo ya programado y teníamos mucho más tiempo para explorar la ciudad.
Nuestra primera visita fue cuando llegamos, después de instalarnos y comer, al precioso Mercado de Colón, una construcción modernista destinada en exclusiva a la gastronomía, repleta de cafeterías y pequeños restaurantes y aderezada con chiringuitos de artesanía de todo tipo, librerías, etc...
De allí fuimos a la Pza.Lope de Vega, uno de los pocos enclaves desde donde se puede apreciar la Iglesia de Santa Catalina, levantada en 1245 entre el embrollo de calles que supone el barrio del Carmen. De estilo gótico, su fachada principal se está restaurando desde 2004. En ella se ubicaba el Tribunal de pesos y medidas de Valencia.
No muy lejos de allí y aprovechando que la zona es peatonal, nos dirigimos andando hasta la Catedral de Valencia y su famoso Miguelete, o sea su campanario. Construida sobre la antigua del S.VI, en la actualidad podemos observar básicamente su estilo gótico con algunas pinceladas de barroco.
A destacar de su interior un Goya situado en una de las capillas, su Museo Catedralicio, un Santo Cáliz y una reliquia de San Vicente Mártir, en concreto dicen que su brazo izquierdo, que podemos ver en la parte trasera del Altar Mayor.
Ya al día siguiente visitamos un poco de pasada la Iglesia de San Agustín, antiguo convento de frailes, la cual fue destruida en 1936 por la peor de nuestras guerras. Presenta una sola nave de estilo gótico francés del S.XIV, con varias capillas en sus laterales.
Nos habían recomendado visitar especialmente el Mercado Central y allá que fuimos antes que lo cerrasen. Realmente vale la pena acercarse hasta este edificio de hierro y cristal, con varias fachadas y entradas. Los puestos están muy bien organizados, pulcros e incluso decorados con gusto. Carnes a un lado, pescados al otro y la parte central destinada a las panaderías, frutos secos y demás.
Si conseguimos apartar la mirada de los puestos por un momento y miramos hacia arriba podremos contemplar la cúpula central del edificio, que alcanza una altura total de 30 metros.
Ya por la tarde y reservando fuerzas para el día siguiente (Oceanográfic, etc...) nos acercamos a visitar la Parroquia de los Santos Juanes, de la que destaca su gigantesco óculo cegado que se conoce como la O de Sant Joan, concebido inicialmente como un gran rosetón.
El interior del templo, actualmente en restauración las pinturas de Palomino de la bóveda, es un tributo al barroco más desbordante, con diversidad de estatuas representando las Doce Tribus de Israel.
El edificio, o al menos una de sus fachadas, tiene una curiosa y al mismo tiempo triste historia.
Encima de la Virgen del Rosario se levanta la Torre del Reloj, guardada por los Santos Juanes a sendos lados y rematada por una veleta a la que, según cuenta la tradición, los padres sin recursos hacían mirar embobados a sus hijos mientras los abandonaban en la plaza a su suerte.
El último día y antes de emprender viaje de regreso, lo destinamos a visitar un par de edificios concretos que nos habíamos dejado para el final.
El primero de ellos fue la Lonja de la Seda, actualmente declarado Monumento Nacional y Patrimonio de la Humanidad, distinción la cual no nos sorprende lo más mínimo.
No se apellida "de la Seda" en balde si no por tratarse de tan cotizado tejido, especialmente en 1469 cuando se construyó el edificio para congregar y gestionar el boyante comercio de la ciudad ya que Valencia, junto a Génova y Marsella, era de los principales puertos del Mediterráneo y entrada a Europa en consecuencia.
Atravesamos el Patio de los Naranjos y nos adentramos en la Sala de la Contratación o Salón Columnario, por motivos obvios. Imponente. No se puede decir otra cosa.
De allí pasamos a la espectacular Sala del Consulado del Mar y su Cámara Dorada, con un artesonado que le da nombre en su techo que nos deja sin palabras.
En esta estancia, como es fácil suponer, se discutían y decidían asuntos del orden marítimo y mercantil, regulado por unos llamémosles jueces, cónsules más bien.
Y ya por último, antes de emprender ruta de vuelta, nos dirigimos al último y seguro más imponente edificio de todos: las Torres de Serranos. Construidas entre 1392 y 1398 por Pere Balaguer, son dos inmensos pentágonos que conforman las torres propiamente dichas y que custodian la puerta principal.
Desde el interior y a medida que vamos ascendiendo, ascendiendo y ascendiendo.....¿hemos dicho ya que vamos ascendiendo? encontramos unas grandes aberturas a modo de balcones que, según la historia, servían como tribuna donde colocarse las familias más pudientes de la ciudad ya fuera para ver la llegada de algún personaje ilustre o seguir alguna celebración sin mezclarse con el populacho.
Ya en su parte más alta tenemos unas magníficas vistas de la ciudad y del Turia que la baña y desde donde nos despedimos hasta la próxima escapada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario