"EL VIAJERO QUE REGRESA NUNCA ES LA MISMA PERSONA QUE ERA ANTES DE IRSE"

30 de octubre de 2010

Quedada Duster

Aprovechando que hacía pocos meses que nuestro nuevo SUV se había lanzado al mercado, a uno de los primeros propietarios, concretamente de Reus (Tarragona), se le ocurrió la genial idea de organizar una "quedada" entre usuarios del mismo modelo de todo-terreno, con unas rutas más o menos cerca de su ciudad y bastante fáciles para todos.


Nos encontramos el sábado por la mañana sobre las 10 para confirmar la reserva en el hotel y conocer al organizador del evento y otros participantes de éste. Una vez hechas las presentaciones y subidas las maletas, de vuelta al coche para ir a visitar unas pequeñas y antiguas bodegas situadas en Cornudella de Montsant, recibir explicaciones sobre la elaboración del vino y degustar una buena cata de sus caldos más representativos.

 

En la época en que visitamos las cavas, ya se podían ver varios viticultores que empezaban a llevar la uva recién recogida a las bodegas para su transformación en las diversas variedades de vino con DO de la zona.


Decir que para llegar a dicha población hay que recorrer una estrecha y revirada carretera de montaña que hizo las delicias de los que nos gustan este tipo de trazados.


Desde allí, con el aperitivo bien aposentado, nos dirigimos a la cercana localidad de Prades para realizar una visita por todo el casco antiguo y degustar una buena comida en uno de los restaurantes de la localidad.


No podíamos irnos de allí sin la foto de rigor delante de la fuente de la plaza, por los caños de la cual una vez al año, manan litros y litros de cava en lugar de agua, en una de las fiestas más tradicionales de la comarca.


Desde Prades, y después de una buena sobremesa como manda la costumbre, embarcamos de nuevo en los coches para poner rumbo al municipio de Siurana, perdido entre montañas y a una altura más que considerable, como se puede apreciar en las fotos. Las vistas desde su iglesia hacia el pantano son impresionantes.


Se acercaba la noche y un par de familias tenían que volver hacia sus ciudades; los que quedamos nos fuimos a cenar todos juntos y sin alargar mucho la velada, todos al hotel a descansar y prepararnos para el domingo. Lo que nadie esperaba era la tormenta del siglo que descargó sobre nosotros justo entrar a las habitaciones. ¡Por muy poquito!
Pero nadie cayó en la cuenta que el circuito 4x4 al que debíamos acudir a la mañana siguiente había quedado totalmente impracticable y poco se pudo hacer, ni con la tracción total de nuestros coches.


Como nos sobró algo más de tiempo del previsto, fuimos hacia Tarragona capital, para dar un buen paseo por el puerto deportivo y deleitarnos con los "barquitos" allí amarrados.


Y os juro que este Caterham lo bajaron de uno de los yates igual que yo bajo el patinete de mi hijo del maletero del coche.


Y para rematar el encuentro, un buen aperitivo en una terraza y ponernos hasta arriba de marisco en uno de los restaurantes del paseo marítimo. El epílogo perfecto a un fin de semana igual de perfecto.

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