"EL VIAJERO QUE REGRESA NUNCA ES LA MISMA PERSONA QUE ERA ANTES DE IRSE"

7 de noviembre de 2018

Ripoll y la fundación de Catalunya


Una villa nacida alrededor de un monasterio. Ese sería el resumen de la ciudad de Ripoll, a los pies de la confluencia del Ter con su afluente el Freser. Nos encontramos en el Prepirineo catalán y se nota en la gente, en el ambiente en general.
Una población además, que a poco que paseemos por ella, podremos disfrutar de bellos edificios de estilo modernista, tan típicos de Catalunya.



Como decíamos, la fundación del Monasterio de Santa María allá por el año 888 por orden de Guifré el Pilós (Wifredo el Velloso) marcó casi a la par el origen de Ripoll.
Dicho monasterio era un importante centro de redacción de manuscritos de todo tipo, como por ejemplo, tres Biblias de incalculable valor hoy día, las cuales se encuentran actualmente en el Museo Vaticano.
Era tal la actividad cultural del monasterio que la historia refleja que aquí se redactaron los primeros esbozos de la actual Catalunya y se atribuye al conde Guifré su fundación y a Ripoll ser "la cuna de Catalunya".


Centrándonos estrictamente en la citada construcción, la principal sin duda de la localidad, os diremos que es un gran ejemplo del románico, construido en el 888 y soportado varias modificaciones con el paso del tiempo. Prácticamente lo único que se conserva del edificio inicial y realmente lo más impactante, es su Pórtico, que data del S.XI y en el cual podemos ver diversos momentos de la Biblia y escenas de oficios de la época.


Destaca también el claustro, ya que es de los pocos de estilo románico que presenta dos plantas. En la parte central e interior encontramos un cuidado jardín rodeado por una galería que los monjes usarían para sus paseos y meditaciones.


Seguramente os habréis preguntado el porqué del título de esta escapada. Pues bien, el Monasterio de Ripoll fue, ya desde sus inicios, un símbolo de la cultura, riqueza e identidad catalanas, con un nacionalismo muy marcado por su propio fundador, el Conde Guifré el Pelós (Wifredo el Velloso), el cual fue enterrado en el interior al morir en el año 897.


Esta tradición de dar sepultura a nobles y monarcas en el interior de lugares sagrados se mantuvo hasta bien entrado el S.XII con la dinastía de los Condes Ramón Berenguer III y IV el Santo, del cual se conservan también aquí sus restos.
Ambas tumbas sobrevivieron casi por milagro a los ataques franceses de 1794 y a un incendio en 1835, lo que provocó la pérdida de la mayoría de sepulcros nobiliarios que allí se encontraban, algunos incluso a ambos lados del pórtico de entrada.


La iglesia en sí también sufrió grandes cambios, pasando de tener cinco naves a las tres actuales. El estandarte que cuelga del techo, de unos 7 metros aprox.es una réplica del original de Puig i Cadafalch, quemado durante la Guerra Civil.


Algo de lo que se habla más bien poco y nos sorprende sobremanera por lo que llama la atención cuando se visita es la Necrópolis del monasterio, situada bajo el presbiterio y descubierta a raíz de unos trabajos arqueológicos entre 1968 y 1976.


Se accede a ella por una puerta y unas escaleras situadas en un lateral del altar mayor. Su existencia está constatada en fecha anterior al propio monasterio, con la creencia de que ya había allí un centro de culto de la época romana tardía o ya visigótica.


Dicho conjunto funerario, el cual podemos visitar mediante una pasarela metálica que recorre toda la sala, consta de 65 sepulturas de todo tipo ya que también pertenecen a distintas épocas: sarcófagos, losas o simples piedras amontonadas sin forma alguna.


Una visita más que recomendable, tanto por el monasterio en sí y sus aledaños como por el entorno en que se encuentra, un valle precioso y con unas vistas que no os dejarán indiferentes.
¡¡Nos vemos en la próxima escapada!!

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