"EL VIAJERO QUE REGRESA NUNCA ES LA MISMA PERSONA QUE ERA ANTES DE IRSE"

6 de agosto de 2017

El conjunto románico del valle de Bohí

Situémonos en los siglos XI y XII. España como tal ni existe; casi podríamos decir que no existe ni la Península Ibérica si no Al-Andalus, ya que tres cuartas partes del territorio seguía dominado por los musulmanes. Principio del feudalismo, de luchas por la reconquista y de peregrinajes a Roma como hicieron el Abad Oliva y los señores de Erill, trayendo a su vuelta el estilo románico.
Era momento de mostrar su riqueza y poder al pueblo llano pero asimismo su devoción religiosa por lo cual los señores feudales iniciaron la construcción de iglesias con el nuevo estilo arquitectónico, que ofrecía siluetas únicas a sus campanarios, entre otras particularidades, como albergar en su interior e incluso exterior, impresionantes frescos que hacían las veces de Biblia para el analfabeto populacho.


Visitar el valle de Bohí (o Boí en catalán) nunca defrauda por cualquiera de los motivos que os planteéis: paisajes increíbles, arquitectura inigualable, gastronomía excelente... Y con el segundo de ellos como premisa que nos escapamos esta vez, sabiendo que el primero y el tercero nos acompañarían de todos modos.
Para los que vengan por la A-2 en cualquier sentido, deciros que ya está abierto al tráfico el trozo de autovía que faltaba (salida Vielha-Toulouse) y que nos evita pasar por el interior de varias poblaciones y nos deja justo en Alfarras.
Para aprovechar bien el día planificamos la visita con esmero ya que algunas de las nueve iglesias que componen el conjunto, patrimonio mundial desde 2000, no son visitables, concretamente dos y del resto renunciamos a otras dos, las menos significativas a nuestro parecer. Ello tiene una explicación y es que en la web del Centre del Romànic podemos adquirir una entrada conjunta para visitar dicho centro más tres o cinco iglesias. Por 10€ compramos el pack de 5+Centre y a cuadrar horarios, agradeciendo que los desplazamientos entre los pueblos son mínimos.


Empezamos por Barruera que además es el primer pueblo que nos encontramos. Aparcamos a pie de carretera y bajando ligeramente a nuestra derecha encontramos la iglesia de Sant Feliu. Allí compramos el ticket para el resto, lo que podéis hacer en cualquiera de las otras o desde la web que os indicamos antes.
Es quizás la menos llamativa de todas pero a pesar de todo tiene un especial encanto, rodeada de árboles y, tónica habitual en el resto, su pequeño camposanto colindante. Por supuesto, no la dejamos atrás sin subir hasta lo más alto de su campanario, cosa la cual hicimos igualmente en el resto de iglesias que visitamos y poder deleitarnos con unas vistas sencillamente increíbles.


Nos dirigimos después hacia Erill la Vall, para mí el pueblo más bonito de todos los que visitamos, y mira que cuesta elegir ¡eeh! Lo veo como una especie de pesebre en miniatura. Visitamos la iglesia de Santa Eulàlia, la única con una reproducción en su altar del descendimiento de la cruz.
Destacar que su campanario de 6 pisos está alineado con el de Sant Climent de Taüll y el de Sant Joan de Boí al dedicarse todos ellos a puestos de vigilancia y que es la única que presenta pórticos.


Decidimos dejar la visita al Centre del Romànic para después de comer ya que se nos echaba el tiempo encima para nuestra cita más especial: el pase cada hora (a y cuarto) del video mapping en Sant Climent de Taüll. Dicha iglesia es de largo la imagen más conocida del románico pero lo más destacado reposa en su interior y es el Pantocrator, el original del cual fue trasladado a principios del siglo pasado al Museu Nacional d'Art de Catalunya.
Además de contemplar tan magnífica construcción y los restos de los frescos que aun decoran alguno de sus tres ábsides, el poder ver con nuestros propios ojos la proyección en video-láser de cómo era en su día originalmente la decoración, nos dejó absolutamente fascinados. Dura unos quince minutos pero es un trabajo increíble.


                         ESTADO ACTUAL                                  SEGUN VIDEO-MAPPING

A la salida, justo antes de comer, nos fuimos a callejear un poco por Taüll y de paso localizar la otra iglesia del pueblo, la de Santa Maria, ésta de entrada libre y que no cierra a mediodía. Como curiosidad decir que es la única que se encuentra en el centro de la población. Cuando comenzó aquel frenesí arquitectónico, los pueblos, en mayor o menor medida, ya existían y todas menos ésta se situaron casi en las afueras.
Sólo entrar, nos topamos de frente con un colorido retablo aunque no tanto como los frescos que decoran el ábside del altar, imaginamos que restaurados.


Después de comer y descansar un ratito de tanto subir y bajar campanarios, vuelta al coche y a pocos kilómetros tenemos Boí, donde visitamos la iglesia de Sant Joan, quizás una de las más curiosas ya que sus muros presentan casi en su totalidad, tanto en el interior como en uno de los muros exteriores, réplicas de las pinturas originales: santos en sus frontis y pecadores en sus perfiles y animales de todo tipo y significado religioso.


De nuevo en Erill la Vall nos disponemos a visitar el Centre del Romànic de la Vall de Boí, que como os dijimos, va incluido en la entrada conjunta. Allí se puede contemplar desde antiguos libros hasta las herramientas que utilizaba la mano de obra para la construcción de las iglesias del conjunto arquitectónico. También se proyecta un audiovisual de unos 10 minutos donde se relata la historia de la zona en la que nos encontramos.


Y ya como colofón a nuestra escapada por estos lares, llegamos al pueblo de Durro, el que parece un poco más remoto respecto al resto pero que es indispensable visitar ya que su iglesia de la Nativitat, en especial su colorido retablo, son de lo más llamativo. Quizás ese semi-aislamiento es lo que le otorga un encanto especial que se respira entre sus no más de tres o cuatro callejuelas, jalonadas por casas de piedra y pizarra auténticamente de montaña.


Si buscáis paz y tranquilidad, sin excesivos agobios turísticos, no dudéis en decantaros por este lado de valle. Si en cambio queréis algo más de trajín y bullicio, entonces vuestro lugar está al otro lado, en el valle de Arán, con su capital Vielha como centro neurálgico.

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