Hay enclaves que cuando los visitas, lo primero que te viene a la cabeza es "¿por qué he tardado tanto en venir aquí?. Y Món Sant Benet es uno de ellos. Para nuestro gusto particular, la estación ideal es otoño, por los contrastes que estos meses conllevan ya de por sí, los cuales, junto a la tranquilidad innata del entorno convierten el viaje en una auténtica delicia para los sentidos.
Si hubiéramos retrasado unas semanas más el viaje habríamos podido gozar de colores mucho más rojizos que no los que nos encontramos, pero aun así la belleza del paisaje no decepciona ni un ápice.
El convento, benedictino, como tal proviene ya de la Edad Media. Fundado en el 960, la Iglesia lo usó para acoger las reliquias de San Valentín, alcanzando su máximo esplendor entre los S.XI y XIII.
Problemas posteriores como la peste y la falta de mantenimiento lo sumieron en una decadencia que perduró hasta 1620 aprox.en que acogió una Escuela de Artes y poco después fue usado como el último recogimiento de los monjes de Montserrat de mayor edad. El año 1835 sólo quedó en funcionamiento la iglesia propiamente dicha, quedando el resto en absoluto abandono.
Fue en 1907 cuando fue adquirido por la familia del artista Ramon Casas y encargada su restauración a Puig i Cadafalch.
En 2000, el recinto es adquirido por la antigua Caixa Manresa, la cual remodeló y restauró de nuevo el complejo en 2007, con la apertura de Món Sant Benet. Un lugar mágico en el que en cualquier rincón puedes encontrarte la tranquilidad.
Destacar que en uno de los restaurantes, concretamente el Ó, empezó hace años el ahora famoso y televisivo chef Jordi Cruz (jurado en Masterchef), en ese tiempo ya con una estrella Michelin.
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