Impresión. Esa es la palabra que mejor define este lugar semi-abandonado en el límite con la frontera francesa. Uno de esos enclaves con misterio que te trasladan al pasado sin remedio y que no se puede dejar pasar la oportunidad de visitar.
Inaugurada en 1928 y cesado su servicio en 1970 por un accidente en la parte francesa y la destrucción de un puente, en 1931 ya sufrió un severo incendio que afectó buena parte de las instalaciones.
Para esta escapada nos alojamos en un pequeño y rústico hotel de 5 habitaciones en Canfranc. Y aclaramos. En Canfranc "viejo" ya que el nuevo pueblo que nació unos 3 kms.dirección Francia se llama concretamente Canfranc Estación. El primero es mucho más tranquilo, con pequeñas casas incrustadas en la mismísima roca y el segundo es donde se concentran la mayor parte de hoteles y restaurantes, servicios, etc...
La historia cuenta que, a raíz de varios incendios sufridos por el pueblo y que la mayoría de sus habitantes trabajaban en la estación, que ese fue el motivo por el que se empezaron a construir viviendas y comercios alrededor del complejo ferroviario.
Entre ambos pueblos nos encontramos una curiosa construcción a pie de carretera llamada Torre de Fusileros. Se construyeron dos torres en 1879 para defender el país de un posible ataque de las tropas francesas a través de Somport. Actualmente sólo queda en pie y en perfecto estado una de ellas ya que la otra se derribó al construir el túnel para el ferrocarril en 1910.
La visita a la estación de Canfranc puede realizarse tranquilamente en tres etapas. Una primera por libre, ya que, al menos cuando fuimos nosotros una primera vez el sábado por la tarde, la valla estaba abierta y se podía acceder a las vías sin problema. En este caso representa que estábamos en el lado español.
Una segunda, también totalmente libre ya que se puede contemplar (con la boca abierta, eso sí) desde la valla o a pie de calle, es el espéctaculo de luz y sonido, que cuenta en unos 20 minutos aprox.la historia de la estación, cada viernes, sábado y domingo a las 22 horas. Por si no os da tiempo de llegar al pase en castellano, a las 22:30 se vuelve a repetir pero esta vez en francés. Estos horarios son hasta Junio.
Y tercera y última etapa, la más esperada: la visita guiada al interior de la estación. ¡Ojo! previa inscripción (3€) en la Oficina de Turismo (Tfno.974-373141) y aforo limitado. Es una visita de unos 45 minutos aprox.en que se accede por el paso subterráneo hasta el vestíbulo del edificio histórico, el cual se está restaurando lentamente. Ventanales grandiosos y sabor neoclásico en cada rincón.
Viejas taquillas de madera en art-decó, ya restauradas casi en su totalidad, respetando su sabor añejo.
El interior del techo abovedado del edificio central, el vestíbulo, está completamente revestido de madera por su interior causando un efecto realmente espectacular.
Desde el vestíbulo aun podemos acceder a los andenes del lado francés donde podemos contemplar un par de vagones, uno en periodo de restauración y el otro a la espera.
Allí la guía explica la relación directa que tuvo la estación con el oro nazi incautado a los judíos durante la Segunda Guerra Mundial.
Más de 86 toneladas pasaron por Canfranc, ya "lavado" en Suiza a cambio de divisas y convertido en lingotes, Los alemanes, con ese dinero, compraban wolframio a España. Destacar que en esos años el ancho de vía francés era distinto del ibérico, con lo cual los trenes que llegaban se aislaban en un hangar un día concreto el cual se daba fiesta a todos los empleados y solo se quedaban los elegidos para descargar el metal en mochilas y cargarlo en camiones o trenes españoles para su traslado a Madrid o Portugal generalmente.
Por este motivo y poder controlar el tráfico de oro, residían habitualmente en el hotel de la estación oficiales de la SS y miembros de la Gestapo.
Además del citado hotel, podíamos encontrar en las naves laterales, obviamente la Aduana, Correos y la comisaría de Policía.
Una suntuosa construcción en cemento, hierro y cristal. Sin más, como era habitual en la arquitectura industrial de la época. Tres volúmenes y tres alturas. 150 puertas, 75 en cada lado, y 365 ventanas, una por cada día del año.
Realmente se quedará corto todo lo que os podamos explicar. Visitad este pedazo de historia. No os arrepentiréis.
Una suntuosa construcción en cemento, hierro y cristal. Sin más, como era habitual en la arquitectura industrial de la época. Tres volúmenes y tres alturas. 150 puertas, 75 en cada lado, y 365 ventanas, una por cada día del año.
Realmente se quedará corto todo lo que os podamos explicar. Visitad este pedazo de historia. No os arrepentiréis.
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